DOMINGOS DOMINICALES




Esta semana...en la nieve!



Esperas

La de los cinco días a la semana: que sean las 6 de la tarde para ir a jugar con Seb y Fuz.
La de todos los meses: el día de pago.
La que ya me está haciendo perder la paciencia: la de mi Dell traído desde EE.UU.
La que me pone nerviosa: la llegada de pequeñín, el nuevo auto (¿me atreveré a manejarlo?)
La que odio: la de la comida cuando tengo hambre.
La que me tiene contenta: la que implica la venida de Gaby.
La que quiero evitar a toda costa: son demasiadas.
La de mi espíritu catastrófico: la de la muerte.
La de mi espíritu optimista: la llegada de un nuevo pingüino o pingüina a la familia.
La que ya estoy preparada para dejar: la de escribir un libro.
La que más sueño me da: la de una consulta al médico.
La que estoy obligada a padecer profesionalmente: la de la antesala de una entrevista.
La que me pone ansiosa: la de los comments al blog.
La que me desespera: cualquiera que implique a mi mamá o hermana que no llegan y a mí en un auto.
La que a veces no entiendo: las que lleva a cabo mi mona petisa (¿llegaré a tener esa calma?)
La que me pone mal: las impacientes.
Las que me alegran la vida: en general, todas las llegadas.
Las que ansío: las de los viajes.
La que me rinde: que Fuz se baje de encima o delante de la tele.
La que me enrabia: la de una hora al doctor o examen que no se cumpla.
La que me hace reír: ¿? ¿Existe?
La que digo que olvidé, pero estoy siempre pendiente: la de las postulaciones a becas.
La que soporto pensando en otras cosas: la de mi alguien tratando de completar una frase.
La de la mañana: la de la frutita a las 11 en el quiosco.
La del mediodía: la del almuerzo.
La de las 8 de la tarde: la teleserie.
La de todo el año: las vacaciones.
La del invierno: la primavera.
La del verano: que por favor llegue el invierno.
La de marzo: que se apure abril con mi cumpleaños.
La que permanece desde la infancia: la de la navidad y los regalos.
La de todos los sábados hasta mañana: que vuelva Seb de su diplomado.

Estrato social


Hemos descubierto junto a Seb que Fuz es el más aristócrata de la casa. Y nosotros que lo mirábamos a huevo...y resulta que es finísimo. Iba caminando por José Miguel de la Barra en un paseo solitario a la hora de almuerzo oficinezca. Como siempre, me detuve en uno de los quioscos llenos de revistas, discos y dvds a ver si aparecía el CD de Treinta y un minutos. Mirando las portadas de las revistas me fijé en la última Paula y admiré la bella foto que hizo Seb y luego vi a Fuz, una revista de adolescentes, otra de novias y a Fuz de nuevo. ¿Fuz? Un gato igualito protagonizaba la carátula de la revista Gatos con el especial de El Cartujo, raza a la que pertenece Fuz de la que me enteré en ese instante. Justo cuando su nuevo apodo era Pepino, que es estilo italiano, nos damos cuenta de que es un típico gato francés de compañía. Seb ya lo encontraba medio fifí, pero esto es como mucho.
En la revista explican que es un gato azul (¿?) tal como nos había dicho el veterinario y que se comporta como un perro. Sigue a sus amos y va a buscar sus juguetes cuando uno se los tira y los deja a nuestros pies.
Es mucha la chochera, lo sé. Pero no es mi culpa que nuestro felino sea tan top.

De vuelta


Podría empezar este blog con un hálito de tristeza. El día se presta para eso con su rocío permanente que me cegó por completo cuando salí a la calle. Además estoy escuchando The Scientist de Coldplay que en una parte canta Nobody said it was easy. Sola en la oficina, con la perspectiva de escribir un reportaje que ni siquiera he reporteado, habiendo almorzado frente al computador hojeando una revista virtual, pensando en el largo rato que queda del día, el ambiente está ideal para soltar con fuerza la melancolía.
Pero no puedo.
Me conmueven muchas cosas últimamente, pero dejé de compadecerme de mí. Me miro al espejo y me sigo encontrando linda. Y el granito que tengo en la mejilla, la costra del queloide extirpado hace unas semanas de mi oreja, lo despeinado de mis pestañas, los kilos que me sobran cerca de la cintura y en los muslos, no tienen mayor importancia. Me miro el granito y la costra, enrollo las pestañas con lo que encuentro y como ensaladas y jalea sin azúcar. Así de simple es ahora eso que me convertía en un ser irritable hace un tiempo atrás.
Podría culpar de la pérdida del aura de la tristeza a muchas cosas. Entre ellas a que estoy más vieja. Pero no es eso. Es la lucha que empecé cuando me di cuenta de lo desgraciada que me había sentido alguna vez... no sabía que el estado permanecía con matices. Sólo ahora lo percibo con notoriedad porque la dani triste se ha ido.
La suerte que tengo. Porque sino las letras no estarían. Llevaba once años sin escribir sobre lo que soy. Once años tranquila y adormecida por la anestesia que produce el preguntarse por todo para qué. Muchos me conocieron así y si no han vivido este proceso conmigo de cerca, se pierden y creen que están hablando con la de antes.
Ojalá me vean, me escuchen y me den la oportunidad de revelarme.
Ya estoy de vuelta.

El porqué de la Paz


Hace unos meses atrás le pregunté a mi papá porque habían elegido ponerme Daniela Paz. Aparentemente Daniela no era una entre otras opciones sino que mi mamá ya lo tenía absolutamente definido. Paz fue idea de él. Me dijo: "Daniela Paz me suena a Danos la paz".
De cristianos, católicos, apostólicos o romanos, tenemos nada. Así que contextualizo. En la época en que nací estábamos en plena dictadura y a punto de entrar en guerra con Argentina por una trifulca limítrofe. Mi papá simbolizó en mi nombre y en mi nacimiento las ansias de la paz. Yo, cada vez que me acuerdo, en lo único que pienso es en que lo que más necesito yo para vivir es justamente mi segundo nombre. Y creo que gracias a mi búsqueda incansable, la he conseguido. Tengo paz. Y la respiro. Y también la disfruto.
Gracias papito por tus brazos que me cargaban, por tu alegría y por tu generosidad a toda prueba. Tu sonrisa por mis éxitos siempre me hace sentirlos.