Niños 29 semanas. Yo, 30.




Amor inconsciente, visceral, impulsivo, innato. Amor que si se piensa no es amor. Interior revuelto y enigmático, que trata de expulsarlos, pero que se arreppiente y se los quiere dejar para siempre. La independencia y la autonomía en contradicción con la intimidad que llevamos los tres, compartiendo la respiración, los sonidos de las tripas, los secretos de nuestras emociones.
Falta poco y falta mucho. La fuerza a veces se esconde y aparece encarnada en una parte de sus cuerpos que me daña las costillas, en los hipos que sacuden rítmicamente mi inexistente ombligo.
Aquí nadie puede desesperarse. El tiempo no es a nuestro antojo. Y los días se nos pasan entre tejidos, lecturas, televisión y sueños. Entre paranoias e imágenes tranquilizadoras. Entre los cuidados incondicionales de su padre y los cariños que nosotros le hacemos cuando logramos movernos con la agilidad de una tortuga hacia él.

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